lunes, 14 de noviembre de 2011

SER DOCENTES SIEMPRE .....

EDITORIAL
Ser docentes, siempre
Dos acontecimientos, de diferente escala e intensidad, han atravesado
la vida cotidiana de la docencia argentina durante el transcurso
de estos primeros meses del año 2010.
El primero de ellos fue el Congreso de la Educación en el
Bicentenario, realizado en Paraná durante el mes de abril. Allí, en la
cuna del normalismo argentino, se reunieron más de 1500 docentes
de todo el país en torno a los debates históricos y actuales que plantea
la profesión.
Durante esas jornadas pudimos hacer un balance exhaustivo y de
ningún modo complaciente sobre el presente educativo, recorrer luces
y sombras del pasado y proyectar los desafíos de calidad e inclusión
que nos trae el siglo en curso.
No imaginábamos por entonces - pese a su inminencia- que, sin
habérnoslo propuesto, nos íbamos a reunir pocas semanas después,
en un segundo evento, ahora multitudinario, donde con otras
formas otras voces y otros colores, se nos revelaría nuevamente el
sentido de nuestro trabajo. Me refiero a los festejos nacionales del
Bicentenario de Mayo.
Allí, fundidos en el seno del pueblo, al que pertenecemos y al que
servimos en las aulas día a día, sentimos renovadas viejas certezas
sobre el valor de nuestra profesión y pudimos ver el rostro infinito
de aquellos para quienes abrimos todos los días las aulas en la
Argentina.
No vimos las caras del agotamiento, el desánimo o la indiferencia.
Eran millones viviendo fraternalmente la fiesta de la patria, recordando
con dolor o alegría su historia, esperando todavía - sin duda - por la
justicia y las reparaciones que faltan.
En todas esas emociones, entre todas esas intuiciones y saberes hilvanados
por la celebración colectiva, estuvimos los docentes, estuvo
el resultado vivo de nuestro compromiso. Las calles argentinas
mostraron que es posible educar, que es posible aprender y que el futuro
no está sellado ni determinado, está abierto para que hagamos
el intento de dibujar en él nuestro mejor proyecto educativo.
Desde el espíritu de esos días, esperanzado y entusiasta, pero no
ciego al largo y duro camino que tenemos que transitar, quiero transmitirles
algunas reflexiones sobre la docencia en el tiempo presente.
Desde el año 2003, hemos alentado y sostenido políticas para que
las nuevas generaciones vuelvan a elegir a la docencia como un
destino valioso.
Trabajamos para construir una carrera profesional a la altura de las
competencias que el trabajo docente exige hoy. Hemos recuperado
así la centralidad de la función pedagógica de la escuela. El desarrollo
profesional continuo, la información, el valor que damos a la
ética profesional son el cimiento del camino elegido para recuperar
la autoridad docente sobre bases legítimas y bien ganadas.
Esa nueva autoridad por la que abogamos está acompañada por
un esfuerzo que como sociedad, hemos abordado, como nunca antes
en el pasado. Alcanzar el 6 % del PIB, ya es motivo de orgullo
de la sociedad en su conjunto. No es imaginable, para nosotros, hablar
de la recuperación del valor social de la educación y del sentido
estratégico que ella tiene para un desarrollo nacional con justicia,
sin dotarla de los recursos necesarios. Como Estado nacional creemos
haber sido coherentes con este pensamiento, alcanzando una
meta que anuda economía con educación.
Esta política es la que nos ha permitido avanzar en la jerarquización
laboral y salarial de los docentes. Las paritarias del sector, un
derecho largamente postergado, hoy son una realidad vigente y toda
estrategia de mejoramiento que en el futuro se contemple deberá
incluirlas.
Junto a la base material de su desarrollo, las acciones llevadas
adelante por el Instituto Nacional de Formación Docente, son piedras
basales de la política educativa iniciada en el año 2003. Trabajamos
en el fortalecimiento sostenido de los Institutos de Formación en
todo el país, apoyando las mejoras en la formación inicial y continua.
La extensión de la carrera a cuatro años es sólo el comienzo de un
trabajo que no debe detenerse nunca, pues en el desarrollo de los
nuevos profesionales es donde se decidirá, en definitiva, el éxito de
nuestro proyecto.
El desafío que plantea la profesión es extraordinario, como extraordinarias
son las satisfacciones que brinda.
Los educadores de hoy garantizarán que todos sus alumnos aprendan;
deben confiar en sus posibilidades, planteando altas expectativas
pedagógicas donde hay pobres expectativas materiales; deben
estar predispuestos al diálogo intergeneracional y a escuchar y
aprender de ellos.
Los docentes de hoy saben que nunca más la autoridad la otorgan
los títulos y credenciales. La autoridad que los niños y jóvenes reconocen
en el siglo XXI es la que se desprende del compromiso cotidiano,
del ejemplo de vida, que en cada aula miles de mujeres y
hombres ofrecen, todos los días, en las escuelas argentinas.
Finalmente, quiero dirigirme a los docentes cuya presencia percibí
estos días en la celebración por el Bicentenario Argentino.
Quiero, como Ministro de Educación, convocarlos a sentirse parte
del Estado educador, de un Estado hoy recuperado, desde donde
ejercer la militancia pedagógica y social.
Convocarlos fraternalmente en mi propia condición de educador;
agradecer a todos los más de 800 mil docentes por la contribución
a construir una mejor sociedad; recordar a los que nos precedieron
y a los que la dictadura persiguió, porque nos marcan un camino
de lucha y dignidad.
Yo vi el futuro en las calles de mi país, durante los festejos del
Bicentenario. Lo vi en los niños y niñas, en los jóvenes, en las familias
que caminaron, infatigables, esos días de júbilo. Y en ese futuro están
nuestros maestros, generando conocimiento y ciudadanía.
Un abrazo fraterno para aquellos que, día a día, dedican su vida a
educar a los que construirán la sociedad que soñaron los hombres
de 1810.

Ministro de Educación de la Nación